Es la segunda novela histórica escrita por Ricardo Bengolea de 430 páginas.
Fue publicada en el año 2008 y es la continuación de "EL VUELO DEL CÓNDOR" . A pesar de ello, se puede leer la novela sin necesidad de haber leído la novela anterior.
Mientras Berlín ardía bajo el fuego aliado, Adolfo Hitler y un reducido grupo de jerarcas nazis emprendía la retirada estratégica de la capital germana. Su destino: Argentina.
Sus últimas instrucciones fueron para su oficial más fiel, el SS Otto Skorseny quién logra esconder documentos y tesoros nazis en Austria con el objeto de ser recuprados luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial para el advenimiento del Cuarto Reich.
La novela se proyecta sobre la Península Ibérica con el alzamiento del Generalísimo Franco contra la República convirtiéndo al territorio español en el antecedente más cabal de dos fuerzas antagónicas, el nacionalsocialismo y el comunismo, para luego diseminar sus odios y su violencia por toda Europa.
El Papa Pío XII es uno de los protagonistas principales en esta novela ya que con su complicidad, aduciendo cuestiones de carácter humanitario, brindó a Hitler y a sus hombres los salvoconductos necesariospara escapar del acecho de Stalin.
Sara Keren es invitada a participar de un congreso sobre Terrorismo internacional en Londres. Comienzan una serie de hechos que la tienen como protagonista fundamental en la búsqueda de su archienemigo Wilhelm Lassen quién juró venganza. El empresario financia los distintos grupos fundamentalistas con el fin de cumplir con la prosapia nazi: exterminar al Pueblo judío.
El punto de mayor misterio de la novela es como se conjugan el pasado y el presente desencadenando el final inesperado que el autor ha propuesto.
Para quienes afirmaron que Adolfo Hitler se había suicidado junto a su flamante esposa, Eva Braun, en esta novela histórica se detallan cada momento vivido por ambos dentro del bunker hasta que el Führer logró junto a Martin Bormann escapar del cerco aliado hasta su destino final: La Patagonia argentina.
PRÓLOGO
Finalizada la Guerra Civil española, cuyo desencadenante fue la sublevación de los destacamentos acantonados en Marruecos liderados por el General Francisco Franco, el mundo se enteró acerca de las dos ideologías en boga y de quienes se habían convertido en sus principales referentes.
Una obra maestra estaba por comenzar en manos de un grupo de fanáticos alemanes, para quienes la exaltación de las características de su raza aria agregado al resentimiento por el castigo impuesto a su pueblo con el Tratado de Versalles, determinaron su accionar.
La invasión de la frágil Polonia por parte de Hitler, fue sin lugar a dudas, el comienzo de las acciones bélicas entre éste y gran parte de los países de Europa, con la notable excepción de la Unión Soviética de Stalin, que previamente había firmado un Tratado secreto de no agresión con el líder alemán.
La Península Ibérica quedó diezmada económicamente luego de finalizar la Guerra Civil. Fue convertida en un oportuno e inhumano campo de pruebas para el armamento más avanzado, incluyendo también el bautismo de fuego de miles de aviadores alemanes montados en sus máquinas infernales.
Las fuerzas del Ejército Rojo que apoyaron al Gobierno Republicano con sede en Madrid, traían consigo la consigna de aplastar las fuerzas nacionalistas de Franco. Esto explica los cientos de asesores rusos que con artillería, infantería y cientos de aviones de su Fuerza Aérea, fueron trasladados a distintos destinos dentro del territorio español.
Nacionalistas y comunistas. Ambas ideologías involucrarían a Europa y luego al resto del mundo, en la mayor conflagración bélica de la historia de la humanidad, donde más de 40 millones de personas entre civiles y militares dejaron de existir.
La Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin y las potencias Aliadas habían comenzado a acorralar a Adolfo Hitler y a lo que quedaba de su Gobierno, circunscribiéndolos a los acotados límites de Alemania.
Hitler, intuyendo el principio del fin de sus alocados impulsos por conquistar Europa, fruto de la desastrosa incursión en territorio ruso, comenzó a delinear junto a Martin Bormann y con la inestimable colaboración del Vaticano, una bien planificada estrategia que les permitiera un salvoconducto seguro, evitando caer en manos de las fuerzas de Stalin.
Conocido con el nombre de vía romana o ruta de ratas, el éxodo de oficiales y tropas nazis desde Berlín hacia Italia y España, se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para las potencias vencedoras de la Guerra.
Stalin quería tomar venganza de las atrocidades cometidas por las tropas nazis durante la Operación Barbarroja. Los británicos y americanos, mucho más pragmáticos que sus socios soviéticos, iniciaron con oficiales nazis, que se presentaban voluntariamente en sus puestos de avanzada, una serie de reuniones proponiendo un intercambio: libertad por información.
Pese a todos los esfuerzos realizados por Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt por capturar el mayor número de jerarcas y científicos alemanes que huían despavoridos de las garras soviéticas, es el nacionalista Gobierno de Juan Domingo Perón de la República Argentina, quién a fin de cuentas los atrae abriendo sus puertas generosamente, para acoger en su vasto territorio a los principales cabecillas nazis y al mismísimo Führer.
Luego de los atentados terroristas a la embajada judía en Buenos Aires y de la voladura de la Asociación Mutual Israelita Argentina, AMIA, la bella investigadora Sara Keren, decide junto a su equipo, abocarse a investigar exclusivamente las actividades del poderoso empresario alemán Wilhelm Lassen, de quién sospecha es el financista de la mayoría de los atentados terroristas de extremistas musulmanes contra objetivos judíos, sean estos civiles o militares.
Cuando el segundo de los aviones de American Airlines impactó sobre la parte superior de una de las Torres Gemelas en pleno corazón de Manhattan, el mundo entero supo que el terrorismo internacional, tenía el adiestramiento y la financiación suficiente para desvastar cualquier lugar que se propusiera, fuera judío o no.
La Asociación de Bancos suizos había decidido colaborar abriendo sus archivos y cuentas secretas, apremiados por la disposición del Juez de Nueva York, el Honorable Edward Korman, de dar a conocer la nómina de las víctimas del Holocausto y en su defecto las de los herederos, con el fin de que pudieran hacerse efectivas las miles de solicitudes presentadas ante su Juzgado, para recuperar los depósitos congelados luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial......
miércoles, 16 de diciembre de 2009
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