miércoles, 16 de diciembre de 2009

EL VUELO DEL CÓNDOR

Es la primera novela escrita por Ricardo Bengolea y publicada en el año 2004 por Editorial Dunken.
Es una novela histórica de 494 páginas donde el autor juega con el pasado y el presente desarrollando una historia atrapante.

Las cuentas corrientes de judíos en bancos suizos, paralizadas desde la caída de la Alemania nazi, son el punto de partida de este thriller apasionante.
Un Tribunal Federal de Nueva York recibe numerosas demandas judiciales contra la Asociación de Bancos suizos por parte de los sobrevivientes del holocausto judío, representados y organizados por el Centro Simón Wiesenthal con el apoyo de la Comisión Volcker, creada para tal fin.

En la ciudad de Buenos Aires, Sara Keren es designada para colaborar con dichas organizaciones internacionales. Su origen judío y profesionalismo la convierten en la persona indicada para tamaña tarea: investigar cada uno de los reclamos de judíos radicados en la Argentina con nóminas en los bancos suizos, silenciosos cómplices del régimen alemán liderado por Adolf Hitler.

Wilhelm Lassen, poderoso empresario alemán relacionado con los jerarcas nazis durante la Segunda Guerra Mundial y vinculado económica y políticamente con el poder en la Argentina hasta nuestros días, será el objetivo principal de las investigaciones de la bella Sara Keren.

El desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial trae aparejadas varias situaciones que el autor conjuga desde la intimidad de personajes tan polémicos como Hitler, Goebbels o el mismísimo Sir Winston Churchill; o situaciones dramáticas como la implementación de la Solución Final y el derrotero de los integrantes de la familia Stern, de origen judío, que huyendo de Berlín finalmente son capturados y enviados a los campos de exterminio.

La novela transcurre en dos planos temporales diferentes: el desarrollo de la guerra, la presencia nazi en Sudamérica, particularmente en la Argentina de Perón y los primeros depósitos de SS General Walter Schellenberg en Suiza.
Sara Keren es la protagonista principal de una obra donde se conjuga magistralmente el pasado con el presente.
Una apasionante historia novelada con los condimentos esenciales del género: intriga, amor, odio, pasión, intereses económicos y miserias humanas, todo concatenado para un final sorprendente.




CAPÍTULO I


El otoño asomaba su rostro tibiamente entre el oscuro firmamento de la pequeña población de Rheydt.
Sus rudimentarias fábricas y emergentes centros textiles le daban, a esta olvidada ciudadela de la Renania un aspecto sombrío.
El gris que se imponía plasmando una realidad inequívoca de esta época del año contrastaba con los últimos vestigios de un prolijo jardín celosamente cuidado por María Odenhausen, casada con Fritz Goebbels, un empleado fabril de mediana estatura, pequeños ojos negros semiagazapados entre sus espesas cejas.
La casa estaba construida sobre una reducida carpeta verde de pasto, tierra fértil y pródiga en frutos. Recibía ya los primeros embates de los gélidos vientos del este.
El matrimonio compartía las penurias de una Alemania signada por un desarrollo asfixiante. Los trabajadores de las fábricas no contaban aún con los derechos y beneficios laborales que conseguirían unos años más tarde, fruto de la culminación de una revolución industrial iniciada a comienzos del siglo pasado en Europa.
Sólo les quedaba, como en toda la región de la REnania, aceptar indolentes los designios de Dios y cumplimentar los deberes inherentes a toda familia católica. Criar hijos fuertes y temerosos de la Ley de Dios.
Los días domingo eran los únicos acontecimientos sociales de la mayoría de los pueblos alemanes de la época. Alrededor de la iglesia, los parroquianos desarrollaban sus relaciones con otros fieles.
La solidaridad y la humildad eran sus razones cotidianas, aquello por lo que merecían ser objeto de sus vivencias y de sus coloquios.
La suave brisa repentinamente se convirtió en un glacial ventarrón, obligando a los presentes a guarecerse en el oscuro pórtico empedrado de la capilla.
Desde ese húmedo solar se divisaba la propiedad de los Goebbels, rodeada por una prolija verja de madera recién pintada de blanco mate que impedía observar el esmerado laboreo de María sobre sus rosales.
Junto a estos estaban unicados en forma circular un grupo de celestes lavandas, bamboleando sus aromáticas espigas al compás del viento.

-Mi querida María, sus hijos están preciosos. La gracia de Dios parece iluminarlos en esta fría mañana-
-Muchas gracias, Frau Hunke - respondió María mientras nerviosamente arreglaba el ensortijado cabello de Joseph.
-Como podrá observar, Frau Goebbels, su hijo es la copia fiel de su marido; en cambio el pequeño Joseph tiene su mirada. ¿Quién puede decir lo contrario?-
-Tiene usted razón Frau Hunke, Dios nos ha otorgado el beneficio de la salud, por ello, oramos permanentemente mi esposo y yo agradeciéndole al Altísimo su gloriosa bendición-

Luego de estrechar delicadamente la mano de ambos, seguida de una suave palmada sobre las cabezas de sus hijos, Hans y "Jupp", como solían decirle cariñosamente al benjamín de los Goebbels, María se animó a cruzar raudamente la calle bajo una intensa llovizna.
Pertenecer a la grey católica era una pasión que permitía aceptar los designios de la vida, que en definitiva, eran los de Dios mismo.
A Hans y a Joseph o "Jupp", las prácticas solidarias con la comunidad que los rodeaba no eran cargas en absoluto. Muy por el contrario, participaban de todos los acontecimientos con determinante ímpetu.
Joseph atendía afanosamente los días martes y viernes aquellos requerimientos que solían provenir del mismo seno de la iglesia.
También compartía junto a su hermano mayor una devoción especial para quienes no lograban acceder a los mismos niveles de bienestar a que ellos estaban acostumbrados.
La familia Goebbels se completaba con la dulzura de la única hija del matrimonio, María, y un travieso querubín recién nacido de nombre Konrad...........

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